jueves, 15 de marzo de 2018

Perderme entre girasoles, bailando entre ellos con un vestido azulado, dando vueltas mientras escucho alguna sonata. ¡Sí, eso quiero! Además, debo confesar que lo he visto a él cuando pasea por este campo todas las tardes, cuando el sol se torna menos intenso; cuando parece que está triste o cuando quiere leer bien acompañado, cuando se nota su angustia o cuando escribe versos. ¡Lo he visto! Y quién sabe quizás él es amante de este bello atardecer, de estas hermosas flores, y el tiempo que he estado en este campo me ha hecho tan frágil y hermosa como ellas, tal vez me confunde con una y me lleva con él, para adornar su casa, su cuarto, su vida.






domingo, 17 de diciembre de 2017

Despedida.


Un día estuve entre tus brazos, una pequeña niña que hoy está convertida en una mujer. En mi memoria está marcada cada diciembre que pasé contigo, jugábamos en el patio de nuestra antigua casa hasta cansarnos, riéndonos a carcajadas y no poder más; te lanzaba cebollitas sin que hubiese problemas porque parecía que no sentías dolor.


No todo fue risas, también me enojé contigo cuando papá te había dejado una tarea porque se avecinaban las lluvias y tú olvidaste hacerla, él tuvo que llegar y hacerla él mismo y ese día tuvo una caída que le provocó una fractura. ¿Te habrás sentido culpable? Si no te sentías así, yo me encargué de acusarte, cuando te vi nuevamente te quería fulminar con la mirada, pero debes saber que no te tuve rencor, solo fue un momento de rabia.


Hay algo que debo confesarte, y es que en mi niñez e inocencia pensé que te habías enfermado porque cuando fuiste a la playa un tiburón te había mordido, ¡odiaba a los tiburones! Ver que pasaste de ser un joven animado, activo, enamorador, deportista a estar postrado en una cama incapaz de hacer muchas cosas por ti mismo no cabía en mi cabeza. "Esos estúpidos tiburones no tienen conmiseración, no sabe que mi hermano está sufriendo", decía yo.


Tenías demasiados amigos, gente que te quería. La casa siempre estuvo llena de personas mientras enfermo estuviste. Pensaba que tenías un millón de amigos y quería ser así, tener muchos amigos.



Un día que parecía común, fui con mi hermano menor a casa de una amiga de mi mamá porque íbamos a jugar con sus hijos. Me despedí de ti por un momento, porque tenía que ir y venía para cantarle cumpleaños a nuestra hermana, teníamos que celebrar su cumpleaños. Esa tarde tuvimos que interrumpir nuestro juego, me enojé, ¿eh? ¡Podían esperarnos, era hora de jugar los niños y esa hora se respeta! Cuando llegué a casa ya tú no estabas, la cama estaba vacía, no había a quién el cilindro le suministrara oxígeno, te habías ido sin esperarme para decirte ¡adiós!



No recuerdo si solo lloré o te busqué, lo que sí recuerdo es que no entendía muy bien eso de la muerte, no sabía que se llevaba a la gente para que nunca más volviera, que dejaba corazones rotos sin compasión y me dejaba a mí sin un hermano mayor de ojos color verde.

jueves, 4 de mayo de 2017

Palabras innecesarias

-¿No entiendes que eso es una excusa para poderte ver? Y también te llevo un libro.
Ella pensó lo que él refería por un instante y no pudo hacer más que confesar que también quería estar con él, quería verlo; sin pensar tanto, tomó el libro, dejó su cuarto desordenado y salió. Sí, salió sin darse cuenta que la ropa y sus zapatos no combinaban, su estómago estaba reclamando alimento y sin haber contado cuánto era su capital.
Iba en el metrobus llena de alegría, ¡Me quiere ver! Gritaba en silencio. Sus manos inquietas, su sonrisa “imborrable”, su mente traía los recuerdos de esos encuentros fugaces en los que sentía tanta emoción. ¿Estoy peinada? ¿Huelo bien? ¿Qué tengo desarreglado?
Llegó al lugar, era una librería muy pequeña, donde habían tenido algunos encuentros anteriormente. La librería “Palabras sin prisa” había sido testigo de momentos importantes. De miradas tristes y felices, llenas de picardía y cariño; esta librería era, sin lugar a dudas, vestigios de una dulce historia de amor. Ella mientras lo esperaba, observaba los libros.
Sucedió luego algo extraño, él llegó, no la abrazó como de costumbre, no le dio una mirada llena de dulzura con esos ojos color café, no había seudónimos entres ellos, no había nada más que dos desconocidos que se conocían muy bien. Él intercambió unas pocas frases y le pidió su libro. Ella le preguntó si podía tomar para sí una nota que estaba en el libro “podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía”, escrito a mano. Una de las frases que más le gustaba del gran Gustavo Adolfo Bécquer. Él le dijo: Yo te lo prestaré luego nuevamente. Ella asintió sin refutar nada esta vez.
Caminaron hacia la parada de metrobuses, ella queriendo saber cómo estaba él, mientras que él estaba siendo lacónico y queriendo que el hecho de no querer conversar fuese tácito. Él se cruzó con una amiga, y ella se plantó como un árbol a esperar que la saludara, la abrazó, acarició su espalda en el abrazo, hablaron, le mostró algo en su teléfono y hasta rió a carcajadas. Ella no sabía si irse corriendo o quedarse ahí (gracias a Dios por los teléfonos que hacen que parezcas distraída) hasta que por fin se despidieron. Ella pensaba, ¿será que realmente me trajo un libro como me dijo? Hasta que se atrevió a cuestionarlo.
-¿Me trajiste un libro?
-No.
-¿Todo fue un engaño, ¿cierto?
-Sí, todo. Solo quería el libro.
Ella siguió hablando para no parecer herida, mientras que su alma guardó un silencio lúgubre jamás antes experimentado. Él sabía bien qué mecanismos usar para lograr que ella hiciera lo que él quería, y lo hizo a través de su amor y palabras, palabras que ella aún creía.
No sabría cómo explicar detalladamente lo que sintió ella, no logré conversar y que me lo dijera. Tampoco lo supe por lágrimas, a duras penas pude mirar a través de sus ojos, escarbé lo más profundo de su alma y no fueron necesarias las palabras.



martes, 20 de diciembre de 2016

Los mejores reflejos

Cómo sucedió, realmente no lo sé, pero allí estaban ellos, sobre el verde pasto observando el cielo. Su cabeza reposaba sobre su pecho. Ella podía oír los melodiosos latidos de su corazón, luego tomó su mano para no soltarlo jamás. Él estaba embelesado observando el inmenso cielo; el viento con mucho cuidado empujaba las nubes, y cuando ellas desaparecían, se podía ver una deslumbrante luna y un cielo estrellado. Pareciera que el Creador hubiese tomado todo su tiempo para hacer, con mucho cuidado y amor, ese maravilloso panorama; esa es exactamente una noche capaz de quedarse marcada en tu alma y en tu memoria. Por un momento ambos se miraron, pensaron que no debían desperdiciar un momento de esa hermosa noche, pero sus ojos se buscaban como un cazador busca a su presa, y fue allí, justo en ese instante, que se dieron cuenta que no había nada más bonito que observar la radiante noche reflejada en los ojos de la persona a la cual tu alma está enlazada.



domingo, 23 de octubre de 2016

Complicidad

Pasaron tres meses, Margarita estaba empezando uno de los semestres más complicados en la universidad, el semestre “de la adaptación”. Estaba muy nerviosa, tenía dos meses sin poder hablar con Alan. El lugar en donde él se encontraba a duras penas llegaba el viento y la cobertura de su teléfono era muy poca. Esa semana los doctores les dieron la bienvenida a todos los alumnos en las diferentes cátedras; Margarita estaba feliz y nerviosa, saludó a sus compañeros que tenía tiempo sin ver, cuando de repente, a lo lejos vio a Dave, venía hacia ella. Lo abrazó muy fuerte e intercambiaron algunas palabras. Dave iba entrando a clases, y después de haber caminado 3 metros se regresó. -¿Qué te pasa, Dave? ¿Me extrañabas tanto que no entraras a clases para seguirme viendo? Le dijo Margarita con un tono jocoso. –No, tonta. Hace una semana hablé con Alan, y te envió algo. Ten, fea. Le dijo Dave, apresurándose para no quedar sin asiento. Nos vemos luego. La abrazó y se fue. Inmediatamente Margarita fue al cafetín para abrir la pequeña caja que había recibido. “Paciente femenina de 18 años de edad que está presentando taquicardia y diaforesis, ayúdenla”. Decía ella pasa sí misma. Se sentó, respiró y comenzó a abrir su paquete. Dentro de este había una taza con una frase de Mario Benedetti, “Porque eres linda desde el pie hasta el alma, porque eres buena desde el alma a mí, porque te escondes dulce en el orgullo, pequeña y dulce corazón coraza”, un libro de Jaime Sabines, “Cartas de amor a Chepita” y un chocolate. Margarita sonrió cuando vio el chocolate. “Hay hombres que saben cómo se debe hacer las cosas, Alan es uno” pensó. Cuando comenzó a hojear el libro, se dio cuenta que dentro estaba una carta. Aprovechó que aún quedaban veinte minutos para entrar a clases y la empezó a leer. Así decía: “Acabo de hablar con el viento, le dije que fuera mi cómplice en esto, me dijo que sí. La primera encomienda fue enviarte una caricia en la mejilla, asintió rápidamente y me dijo que lo haría siempre, de manera que cuando sientas el viento rozar tu suave y aterciopelada piel, es una o más caricias enviadas desde la distancia. La luna escuchó nuestra conversación y no pudo contenerse, quedó tan atraída por lo que le hablé al viento de ti, que se quiso unir para ser mi cómplice, me dijo que sería mi mirada, de manera que cuando mires la luna alumbrar sobre la oscuridad y la frialdad de la noche, es porque te estaré regalando una mirada llena de ternura. Ella me dijo que lo haría siempre. Al darme cuenta de lo que sucedía, una estrella muy importante del universo, quedó maravillada con lo que nos ocurre, y sin mucho hablar, me comentó que quería también ser parte de este lindo sueño, me dijo que sería, junto a muchas estrellas a su mando, mi sonrisa, de manera que cuando mires las estrellas sobre el cielo, formando hermosas y cautivadoras formas, es mi sonrisa que te envío para alegrar aún el día más oscuro. No podía creerlo, pero al fijarme había lindas y pequeñas avecitas sonrojadas, me dicen que volaban cerca, sin embargo, una fuerza muy poderosa las atrajo, era la fuerza del latir de mi corazón que decía tu nombre a modo de la más hermosa melodía jamás entonada sobre la creación. Les conté sobre ti. No querían esperar más, me prometieron que buscarían muchas aves que irían a cantar cerca de ti y me aseguraron que en cada canto ellos dirían: "TE QUIERO CON LOCURA" de manera que cuando oigas las aves del cielo cantar, te estaré recordando lo mucho que te quiero. Sin imaginarlo, algo estaba ocurriendo, el viento, la luna, las aves, estaban siendo mis cómplices en esto. De repente sentí un calor muy fuerte cerca de mí, al voltear, había una luz que atravesaba la creación misma, quedé completamente absorto ante lo que veía; hasta que oí una voz muy fuerte que retumbaba mis oídos, era el Sol, me dijo: -¿Así que tú eres el causante de todo esto? Tuve miedo, pero respondí con seguridad. –No, no soy yo, es ella. -¿Ella? Me preguntó asombrado el sol. -Sí, se llama Margarita, y desde hace mucho que anda circulando en cada neurona y en mis células. El asombro del Sol fue tal, que sentí mucho calor. Se acercó más. Sentí mucho miedo, sin embargo, él me dijo con un tono de voz más amoroso: -Sí, he oído hablar de lo hermoso de su sonrisa, de hecho, cuando el Creador la estaba formando, en principio ella solo sería una linda flor, pero al ver que había quedado tan hermosa, el Creador dijo: -La haré mujer, con la esencia de esta flor, su sonrisa será la primavera misma, sus ojos pétalos atrayentes que nunca marchitaran, su corazón emanará ternura; de esa manera, me siguió comentando el Sol, ella fue creada, y tú, solo has quedado atrapado en la belleza de su... más bien, ella es belleza, ternura, esencia misma de lo jamás pensado por algún ser humano. Quedé asombrado con todo eso, y luego me dijo: -Me uno para ser tu mayor cómplice, cada mañana al salir, brillaré muy fuerte sobre ella para que sepa que cada rayo que ella pueda sentir, es un pensamiento tuyo que emana a la existencia, clamando por su bienestar y felicidad. De manera que al sentir el Sol sobre ti, es un pensamiento que te protege, que te cuida, y que te recuerda que en algún lugar te estaré pensando. Eres increíble y fuiste diseñada para vencer, nunca dudes de ti, esfuérzate y obtendrás la victoria. Con mucho amor, Alan.” Margarita miró hacia los lados, tenía los ojos llenos de lágrimas, volvió a la carta y susurrando dijo: “Gracias, Alan, lo hiciste otra vez. Estar conmigo en la distancia.” Creyendo que de alguna manera Alan, a los muchos kilómetros, recibiría su mensaje.

sábado, 21 de mayo de 2016

Noche estrellada


El día era gris, o por lo menos para él lo era. Estaba triste, no sabía qué hacer, sentía su mundo hecho añicos, pero tenía algunos pocos motivos para avanzar. Ese día estaba pautada una cita, en su corazón había cierto grado de felicidad por ello, sin embargo, también había tristeza. Se hacían las 6 p.m, tomó un taxi con la intención de llegar temprano al restaurante, aunque luego recordó que la cita era con una persona que eternamente se atrasaba con todo. Incluso, a veces no llegaba al lugar. Suspiró. -Espero que hoy sea responsable, ya que tanto me demanda serlo. -Dijo él.
Eran las 6:30 p.m, llegó al lugar y se sentó en una mesa, había una hermosa noche estrellada y una radiante luna llena que se reflejaba en el inmenso mar. Él miraba su reloj y ella no llegaba, ya habían pasado veinte minutos, pero algo lo caracterizaba y era su paciencia; introdujo la mano en su maletín, sacó un libro de Arturo Uslar Pietri y comenzó a leer. Por otro lado, la joven llegaba al restaurante, y lo vio a lo lejos leyendo, sonrió y dijo para sus adentros: "este hombre me debe odiar." Se acercó a él y le mostró su mejor sonrisa, movió su mano derecha en señal de saludo y le dijo: "Según mi profesora de sociología hay un tipo de paciente y es el «eterno atrasado» ella dice que hay que darle la cita horas antes para que llegue puntual. ¿Tú, que crees?" Preguntó ella sonriendo. Él, tratando de ser serio ante aquella jovencita que hacía que su vida se llenara de colores, se levantó y le dijo: "Estoy de acuerdo con tu profesora, ese tipo de pacientes deben llegar más temprano". -¿Me odias, verdad? Preguntó ella entristecida. "Te diré cuanto te odio al oído", dijo él, se acercó a ella, y le dio un beso en la mejilla. "Creo que eres tan bonita que no me da tiempo de odiarte, cuando puedo amar tu belleza." Le dijo. Inmediatamente se sonrojó y se disculpó. La noche era fría, ellos conversaban, reían, él la escuchaba mientras relataba tantas cosas, y le hacía preguntas. Por un momento ambos callaron. Ella tomando el valor necesario para no incomodarlo le preguntó: ¿por qué estás tan triste? Él sonrió y le respondió con otra pregunta. ¿Quién te dice que estoy triste? No lo estoy, Margarita.  -Pues tus ojos nunca mienten, aunque tus palabras puedan hacerlo. Si quieres, puedes desahogarte con esta jovencita que te acompaña. Respondió ella tomándolo de la mano.-Es una larga historia, dijo él. Han pasado muchas cosas, y comenzó a desahogarse. Ella escuchaba cada palabra con atención y observaba cada gesto que realizaba. Lo más difícil para ella era no poder ayudarlo, no saber cómo hacerlo. Saber que en él había tanta tristeza le preocupaba. No poder estar con él era agobiante. Sin saber qué decirle porque era muy mala para dar consejos y palabras de ánimo sólo lo miró a los ojos, acarició sus manos y con una voz muy tierna le dijo: "Hay cosas en las que quizás yo no me puedo involucrar, pero el cielo sabe que por ti pudiera introducir mis manos en el fuego. Es muy difícil lo que atraviesas y no puedo decir que te entiendo porque nunca lo he vivido. Pero sí te puedo decir que aquí estoy contigo. Y que hay acciones que cometemos y simplemente debemos afrontar las reacciones que estás conllevan e independientemente si éstas son buenas o malas, puedo decirte que quiero estar contigo, y que juntos transformemos esos días grises en días llenos de colores y de alegría. Que aprendamos juntos de cada error cometido y celebremos cada buena decisión tomada. No sé cuántas vueltas dé la vida, pero en cada giro esperado e inesperado, tomémonos de la mano. Escribamos en las páginas de la vida una hermosa historia de amor, de compañía, valentía, risas, tristezas, regalos, y muchas experiencias. No podemos ahogarnos con las tormentas de la vida, sean ocasionadas o no por nosotros, esa tormenta vamos a tomarla y calmar la sed. Sacar las mejores enseñanzas y nunca más volverlas a cometer. Estoy contigo, a pesar de la distancia que normalmente nos separa. Eres mi mejor decisión. No me arrepiento de estar contigo, Alan. Cuentas conmigo." Ella se levantó y lo abrazó tan fuerte, que su alma se fusionó con la de él, que le proporcionó paz y su corazón sonrió nuevamente.





domingo, 8 de mayo de 2016

Siempre podemos hacer algo más.

Hace muchos años, en un lejano pueblo existió un joven que trabajaba en el campo, sus padres estaban muy enfermos, y él era el sostén de su hogar. Trabajaba arduas y largas jornadas de trabajo para poder llevar algo de comida y dinero a su casa. Él era muy apuesto y amable. En las horas de trabajo podía llegar a hacer amistad con amigos imaginarios, se le podía mirar hablando con arándanos, con aves, o con los perros de caza. Siempre estaba ocupado trabajando para sus padres. Un día llegó desde un lugar lejano la hija del dueño del campo. Una joven hermosa, llena de vida, y con el cielo en el rostro. Él, al mirarla logró notar que su sonrisa era extraordinaria, el solo mirarla podía llevarlo a volar por el universo. Él conocía de cielos hermosos, debido a que durante las horas de descanso se acostaba en el suave pasto a contemplar la belleza del cielo azul, llegaba a enamorarse de las nubes, y aunque no podía mirarlo de frente le fascinaba el sol. En las noches era capaz de pasar largas horas mirando las estrellas y con su imaginación lograba pintar hermosos mosaicos con ellas, sin embargo, y a pesar de las largas horas que miraba el cielo supo de inmediato que no había otro más hermoso que el que en ese instante estaba frente a sus ojos. De repente se oyó el cabalgar de los caballos que se acercaban a la hacienda, era otro joven, hijo de un rico hombre de la región, quien traía en sus manos bolsas de duraznos para recibir a la joven. Esta era la forma que él utilizaba para ganar el prestigio con los padres de la linda muchacha. Lo hacía continuamente ante la mirada atiborrada de celos del joven campesino. Él sabía que no tenía muchas opciones, sin embargo, un día se esforzó a sorprender a la bella joven, y sin que nadie lo notara comenzó a sembrar un jardín de duraznos a la vista de la habitación de la joven. Todos los días lo fertilizaba con amor e imaginación, hasta el momento en el que crecieron jugosos y hermosos duraznos que sorprendieron a todos. El dueño comenzó a llamar a todos sus empleados, hasta que vino el joven campesino y lo confesó delante de todos, dijo: -Lo que hice, lo hice con una razón. Diariamente y durante muchos años he contemplado el cielo, y nada me hacía soñar más que pensar que en algún momento podía llegar a volar en el extenso y hermosos cielo delicadamente azul, no obstante, cuando miré a su hija entendí que ese era el cielo en el que quería volar, y al ver que otro joven le traía duraznos para enamorarla, decidí sembrarle un jardín de duraznos, duraznos fertilizados con mi más puro y absoluto amor, lo cuidé a diario así como lo hago con mis padres. Por eso déjeme demostrarle que aunque no tenga grandes sumas de dinero, puedo cultivar la felicidad de su hija, y hacerla feliz para siempre. La joven lloró al ver tan hermoso acto de amor, y el padre no pudo negarse ante el valor y la osadía de aquel joven campesino. Al final ellos se casaron y fueron felices para siempre.
Siempre podemos hacer algo más por las personas que amamos.
M❤